lunes, 19 de diciembre de 2011

Reflexiones en la fría madrugada.

Anochece, no merece la pena luchar por otro día más que perece. Desde la ventana de mi habitación veo cómo sale y se esconde el sol, veo cómo gana la batalla la luna, cómo sin perdón ni remordimiento la oscuridad vence a la luz en cada enfrentamiento; lo observo contento desde mi aposento. Aprovecho la luz de la luna y de las estrellas para salir ap asear, rodeado de silencio, por el borde del acantilado donde vivo... Escuchar las olas romper contra la vertical pared, ese sonido y el olor a mar son mejor que cualquier concierto; los ruidos del bosque, así como las luces del puerto que me mantienen despierto y activo, son unos de los pocos placeres que hacen que este lugar, mi hogar, sea mi paraíso. Camino sin hacer ruido, con cuidado de no despertar a las criaturas que han acabado su jornada y ya descansan. Solos la Nada y yo, camino un poco hasta llegar al tronco donde me siento y reflexiono. Aquí estoy, conde dueño de este castillo que habito, al borde de un precipicio en el que a veces siento que me precipito, al profundo abismo, teniendo la posibilidad durante unos segundos de conocerme a mi mismo de verdad : Soy un amante del misterio de rostro serio, cuyo único placer es no tener nada que hacer, sentirme libre, como las liebres que campan a sus anchas por mis tierras que abarcan hectáreas.

Me gusta mirar al horizonte... Me aterra vivir sin ti... Morir sin llegar a ser feliz.

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